Se trata de un método que podemos emplear para evaluar si la definición del problema realizada es adecuada, estimulante, específica y viable.
Para ello, podemos formularnos las siguientes cuestiones:
- ¿Cuál es la clave del problema?
- ¿Qué enfoque va a adoptar tu equipo?
- ¿Cuál es el marco teórico del problema?
- ¿Está el problema formulado centrado en el usuario, basado en necesidades y guiado por los aprendizajes obtenidos?
- ¿Quién lo dice? ¿Quién lo formula?
- ¿Es válida la definición del problema?
- ¿Está fundamentada en la información que has obtenido del usuario?
- ¿Es resultado de un análisis de la información obtenida? ¿o es simplemente fruto de una entrevista entretenida?
- ¿Qué tiene de nuevo?
- ¿Qué valor añadido aporta tu definición del problema?
- ¿Has articulado la información que has descubierto, tus percepciones, de una forma novedosa, distinta?
- ¿Sitúas la definición del problema en el propio contexto del usuario?
- ¿A quién le importa el problema?
- ¿Es relevante el problema que planteas? ¿De qué manera?
- ¿Es un trabajo que vale la pena llevar a cabo?
Si es necesario, vuelve a replantear el problema hasta que alcances estos objetivos.